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En agosto de 2023, cientos de keniatas se unieron a colas con un reclamo sencillo: déjanos escanearte el iris y te pagaremos unos 50 dólares por ello. Las aglomeraciones fueron de tal calibre que el gobierno del país paralizó la actividad y abrió una investigación.

Países como Brasil, Francia e India han prohibido tal actividad tras las sospechas asociadas a la privacidad de los datos recolectados, pero en España de momento estos dispositivos siguen funcionando, especialmente en centros comerciales.

El reclamo es sencillo: esos jóvenes están vendiendo sus datos biométricos para recibir criptomonedas a cambio. En concreto, 10 WLD —aunque pueden ser más si promocionas la idea e invitas a amigos a registrarse—, el token de la plataforma Worldcoin que se está convirtiendo en la última sensación de este mercado.

Dicha criptodivisa valía apenas 3,1 dólares hace una semana, el pasado 15 de febrero, pero el crecimiento de registros y sobre todo el interés inusitado por esta plataforma ha hecho que el valor haya crecido hasta los 8,3 dólares, casi un 170% en estos siete días.

Estamos asistiendo una vez más a la cristalización del efecto de red, también conocido como ley de Metcalfe: cuantos más usuarios hay de un producto 1) más aumenta el valor para los demás usuarios y 2) más motivación hay para que otros usuarios lo adquieran.

Es un concepto que hemos visto una y otra vez repetirse en redes sociales como Facebook —cuantos más usuarios se unían, más interesante era hacerlo y más valor tenía la plataforma—, y que también se hace realidad en el caso de Worldcoin. La empresa hasta menciona la ley de Metcalfe en su sección de ayuda.

Es una peligrosa motivación, sobre todo si como afirman algunos testigos quienes se están registrando son menores de edad. En España la edad del consentimiento para el uso de los datos personales es de 16 años, y aunque en los stands de Worldcoin hay un letrero de «+18», parece que ese requisito no se está observando rigurosamente a juzgar por los comentarios en redes sociales.